jueves, 3 de enero de 2008

BORIS VIAN, EL DESERTOR


Siempre volvemos a Boris Vian como una manera de recordar a una clase de intelectual casi extinguido: músico existencialista, jazzman de la poesía, trompetista, novelista, actor y maravilloso cantante. Un artista múltiple que no podía pasar por este mundo sin dejar su rastro en la Calle 52.

Tal vez rehicimos este programa sólo para escuchar una canción de Boris Vian: El desertor, que, por lo que podemos entrever con nuestro francés de heladería, es una hermosa obra pacifista. En este programa reivindicamos al desertor que se niega a marchar por el terrible camino de la crueldad y la estupidez: la guerra.

Vian es el más bello desertor, y en honor a él leímos durante el programa muchas de sus obras y escuchamos media docena de sus hermosas canciones. Pueden bajar los bloques aquí:

BLOQUE 1 http://www.mediafire.com/?a2m91no1tsi

BLOQUE 2
http://www.mediafire.com/?4evbzzgztnl

BLOQUE 3
http://www.mediafire.com/?8udttuxm9fe

BLOQUE 4
http://www.mediafire.com/?2v2dkzzcnzv

Boris Vian siempre supo que habría de vivir muy poco -murió con 39 años-, por eso desarrolló una actividad tan frenética. Se puede decir, por el carácter de su diversidad creativa, como opinan varios, que Vian fue un hombre del Renacimiento. Fue un verdadero adelantado del pensamiento libertario y progresista; vivió muy poco pero sólo su obra literaria es superior a los 20 títulos, entre poemarios, novelas, piezas teatrales, ensayos y otras aventuras con la palabra.

Una enfermedad degenerativa se le manifestó en 1932, cuando Boris tenía 12 años, dolencia que acabaría con su vida a los 39. Pero con poco menos de 14 años Vian formó su primera orquesta de jazz. Este género fue una de sus grandes pasiones, al igual que la vida y la cultura de los negros del sur de los Estados Unidos.
El libro que les ofrecimos esta semana Escupiré sobre vuestra tumba ( http://www.mediafire.com/?3edi1m0xm2y) pretendía haber sido escrito por un negro de Nueva Orleáns y no por un blanquito, flacucho y enfermizo.

Boris se licenció también en Igeniería en 1943 para diseñar insólitos puentes en París para que los coches se dejen caer por ellos sin consumir nafta.

Siempre imbuido por un sarcástico sentido del humor, y sin dejar por ello de tocar la trompeta y cantar en las "caves" de Saint-Germain-des-Près, las publicaciones bien firmadas con su nombre, bien con el de Vernon Sullivan, se suceden a un ritmo vertiginoso. Así, en 1947 aparecen 'La espuma de los días', 'El otoño en Pekín' -verdadero homenaje a su maestro, Jarry- y 'Todos los muertos tienen la misma piel'. En el 48 aparecerán 'Que se mueran los feos' y 'Con las mujeres no hay manera', dos nuevos thrillers, y su primera pieza teatral 'L'Equarrissage pour tous'.

Sin detenerse apenas a saborear las mieles del éxito, siendo ya uno de los más aplaudidos representantes de la bohemia del Barrio Latino, acepta la dirección de un par de compañías discográficas e incluso interpreta un pequeño papel en la película "Nuestra señora de París".

En sus últimos años la misma crítica que antaño le ensalzara comienza a denostarle: sus últimas novelas, son ignoradas por la prensa. Ya en 1959, cuando Boris Vian muere en París, desaparece con él una de las mentes más preclaras de la orilla izquierda del Sena.